En este informe hacemos un somero repaso sobre vida y obra de los galardonados con el Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes —tal su nombre oficial completo— entre 1976 y 1986, reservándonos los años siguientes hasta la fecha para otros tres que publicaremos próximamente. Se trata de doce galardonados en once ediciones del premio, ya que 1979 fue el único año en que se entregó “ex aequo” a Jorge Luis Borges y al poeta español Gerardo Diego.
Jorge Guillén (1976)

Traductor, crítico literario, docente y poeta integrante de la Generación del 27, Jorge Guillén se vinculó en su juventud con figuras como Ortega y Gasset, Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas y Paul Valèry. Fue catedrático de Literatura en las universidades de Murcia, Oxford, Sevilla y luego, durante el largo exilio al que lo obligó el franquismo, en Yale, California, Ohio, Massachussets y esporádicamente en Hispanoamérica.
Recién en 1977, luego de obtener el Premio Cervantes, regresó a España para afincarse definitivamente en Málaga, recibiendo todo tipo de honores como maestro de la corriente denominada “poesía pura”.
Su obra más célebre es Cántico, cuya primera edición data de 1928 y consta de 75 poemas, publicados en la Revista de Occidente, y la edición completa, con 334 poemas, fue editada por Sudamericana en 1950. También destaca su trilogía poética integrada por …Que van a dar en la mar (de 1960), A la altura de las circunstancias (de 1963) y Homenaje (de 1967).
Alejo Carpentier (1977)

El cubano Alejo Carpentier inició su carrera en las letras como periodista. Encarcelado en 1927 por su actividad política contra el entonces presidente Gerardo Machado, al año siguiente abandonó Cuba para exiliarse en París. Mientras trabajaba como corresponsal en Europa para revistas culturales de su país, trabó amistad con Arturo Uslar Pietri y Miguel Ángel Asturias y se vinculó al surrealismo, colaborando con André Breton.
En 1933 publicó su primera novela, ¡Ecué-Yamba-Ó!, pero será El reino de este mundo, de 1949, la obra que marcó su madurez literaria y en la que introdujo el concepto de “lo real maravilloso” en la literatura.
Regresó a Cuba en 1939 y entre 1945 y 1959 vivió en Venezuela, para volver a residir en su país con la victoria de la revolución, donde ejerció diversos puestos oficiales. También publicó sus novelas más emblemáticas, que le valieron el título de maestro del neobarroco: El siglo de las luces (en 1962), Concierto barroco (en 1974) y La consagración de la primavera (en 1978).
Dámaso Alonso (1978)

Doctor en Filosofía y Letras, licenciado en Derecho, catedrático, crítico, lingüista y poeta, el español Dámaso Alonso publicó su primer poemario en 1921: Poemas puros, poemillas de la ciudad. Integrante de la célebre Generación del 27, sus aportaciones a la crítica literaria y a la filosofía española son calificadas como magistrales, especialmente sus estudios sobre Góngora.
En 1944 publicó la que es considerada su obra lírica más relevante: Hijos de la ira, que ejerció gran influencia sobre la poesía española de posguerra. Este mismo año también apareció otra de sus obras clave: Oscura noticia.
Hasta su muerte publicó un gran número de libros de poesía y prosa literaria e innumerables ensayos sobre filología y crítica literaria, que le valieron el respeto de sus pares. Ingresó a la Real Academia en 1948 y entre 1968 y 1982 fungió como presidente de esa entidad, cargo desde el cual promovió el trabajo en conjunto con las academias americanas a favor de la lengua castellana.
Jorge Luis Borges (1979)

Tras pasar su adolescencia y juventud en Europa, aislado en Suiza debido a la Primera Guerra y luego en España, donde se vinculó al ultraísmo, Jorge Luis Borges regresó a Buenos Aires y publicó en 1923 su primer libro: Fervor de Buenos Aires. En los 20 publicó otros libros de poemas y de ensayos, pero será en la década siguiente, con su labor en la revista Sur y en medios de prensa masivos, que se puso a prueba como prosista y narrador.
En 1935 publicó su primer libro de relatos, Historia universal de la infamia, y en la década siguiente dos de sus colecciones de cuentos más celebradas: Ficciones (en 1944) y El Aleph (en 1949).
En 1955, con el derrocamiento de Juan Perón —a cuyo gobierno se opuso—, fue nombrado director de la Biblioteca Nacional, cargo que ocupó hasta su jubilación. Siguió publicando libros; fue catedrático de Literatura, obtuvo numerosos premios nacionales e internacionales y nombrado doctor honoris causa por las universidades más importantes del mundo.
Gerardo Diego (1979)

Licenciado en Filosofía y Letras y catedrático de Literatura en varias universidades españolas, Gerardo Diego comenzó su vida literaria a través de colaboraciones en publicaciones culturales, como las ultraístas Grecia y Cervantes. En 1920 publicó su primer libro: El romancero de la novia, al que siguió una obra poética de las más extensas de su generación, con casi medio centenar de títulos.
Su ya célebre antología Poesía española: 1915-1931, apareció en 1932, constituyendo el manifiesto más relevante del grupo de poetas integrantes de la Generación del 27.
Elegido miembro de la Real Academia Española en 1947, incursionó en la poesía tradicional y clasicista y en vanguardias como el creacionismo. Sus sonetos son de lo más apreciado de su obra.
Simultáneamente a su labor como catedrático y poeta que abordó temas como el paisaje y su tierra, los toros, la religión, la música, el amor y la muerte, también trabajó como crítico literario y musical en diarios y revistas.
Juan Carlos Onetti (1980)

Desde su infancia, el uruguayo Juan Carlos Onetti fue un lector y fabulador cuya pasión por escribir historias se expresó siendo adolescente. El periodismo fue otra de sus aficiones, que inició en 1928 con la edición de una revista de información local de Villa Colón, en los suburbios de Montevideo.
Ya radicado en Buenos Aires ejerció diversos oficios, comenzando su carrera literaria con la publicación de un cuento en La Prensa, finalista del concurso convocado por ese diario porteño. Trabajó como secretario de redacción de la revista Marcha, en la agencia de noticias Reuter y como director de la revista Vea y Lea, además de colaborar en otras publicaciones.
En 1939 apareció su primera novela, El Pozo, y en 1950 la cuarta, La vida breve, en la que debuta Santa María, la mítica ciudad donde deambulan los oscuros personajes de sus principales obras, como El astillero (de 1962) y Juntacadáveres (de 1964).
Junto a Sábato, es considerado uno de los más celebrados autores existencialistas de la literatura en castellano.
Octavio Paz (1981)

En 1932, Octavio Paz comenzó a publicar sus primeros poemas en revistas de la época, para luego viajar por España y Francia, donde recibió la influencia del surrealismo. Regresó a su país y luego de trabajar varios años como periodista, se trasladó a Estados Unidos al obtener la beca Guggenhein, e inmediatamente después ingresó el servicio diplomático mexicano.
El poemario Libertad bajo palabra (de 1949); el ensayo El laberinto de la soledad (de 1950), donde retrata la sociedad mexicana, y la poesía en prosa de ¿Águila o sol? (de 1951), influenciada por el surrealismo, figuran entre sus principales obras. Pero en 1957, con la publicación del extenso poema Piedra de Sol, que reinterpreta el calendario maya, es cuando Paz resignificó la poesía en castellano, siendo su obra más celebrada.
En 1968 dimitió al servicio exterior de su país como protesta por la masacre de Tlatelolco; regresó a México y en 1971 fundó y dirigió la ya mítica revista política y literaria Plural.
Luis Rosales (1982)

Doctor en Filología, el español Luis Rosales comenzó su actividad como poeta promediando la década de 1930, cuando publicó sus primeras obras en revistas culturales madrileñas. Perteneciente a la que se denominará Generación del 36, que en principio mantuvo cierta afinidad o imparcialidad ante el franquismo, su obra tuvo como características el misticismo católico e intimista y un fuerte conservadurismo social.
De hecho, Federico García Lorca fue arrestado en su casa en agosto de 1936, adonde se había ido a refugiar debido a la amistad que mantenían y a que la familia Rosales, incluido Luis, eran reconocidos miembros del falangismo. Nada pudo hacer para evitar que lo asesinaran.
Su primer libro, Abril, apareció en 1935, que incluye poemas ajenos a toda vanguardia e influenciado por la poesía clásica española, particularmente por Garcilaso. Y en 1949 publicó la primera versión de La casa encendida, considerada su mejor obra, que irá reescribiendo y ampliando hasta la versión definitiva de 1967, bajo el influjo de Antonio Machado y, sobre todo, de César Vallejo.
Rafael Alberti (1983)

La dilatada vida artística de Rafael Alberti se inició en 1920, cuando expuso por primera vez sus pinturas en el Salón de Otoño, y dos años después en el Ateneo de Madrid. Todo parecía indicar que dedicaría su vida a las artes plásticas.
Sin embargo, en 1925 ganó la primera edición del Premio Nacional de Literatura por Marinero en tierra, poemario publicado el año anterior, cuyos jurados fueron Antonio Machado, Ramón Menéndez-Pidal, Gabriel Miró, José Moreno Villa y Carlos Arniches.
Miembro del Partido Comunista español —al que se mantuvo afiliado hasta el final de sus días—, durante la Guerra Civil participó activamente en el frente, debiéndose exilar con la caída de la República. En 1939 viajó a París y después sentó residencia en la Argentina, donde vivió hasta 1963 y publicó varias colecciones de poesía, escribió obras de teatro y participó en películas como guionista.
Pasó por Roma y en 1977 regresó definitivamente a España, donde recibió el merecido reconocimiento por su obra de fuerte carácter político y social.
Ernesto Sábato (1984)

Doctor en Física y en Matemáticas, el argentino Ernesto Sábato se trasladó tempranamente a Francia y luego a los Estados Unidos, dedicándose a la investigación científica. En territorio galo se acercó al surrealismo, que reavivó su interés juvenil por la literatura e influyó para que, al regresar a la Argentina, comenzara a publicar colaboraciones en revistas culturales y diarios.
No obstante, el existencialismo de Heidegger, Sartre, Beauvoir y Camus, fue la corriente que más influyó en quien publicó su primer libro de ensayos en 1945: Uno y el Universo. En 1948 apareció la primera de sus novelas: El túnel. Y más tarde las que completarían su obra de ficción y le dieron fama universal: Sobre héroes y tumbas (en 1961) y Abaddón el exterminador (en 1974).
A pesar de haber apoyado varios golpes militares, incluso el de 1976, Sábato se convirtió en figura de la democracia argentina tras la publicación en 1984 del Nunca Más, informe final de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, que presidió.
Gonzalo Torrente Ballester (1985)

Licenciado en Historia y en Filosofía y Letras, Gonzalo Torrente Ballester fue el primer novelista español en hacerse acreedor al Cervantes, manteniendo el éxito de crítica y de público durante décadas. También trabajó como profesor, crítico, guionista, dramaturgo y periodista, cuyas columnas en periódicos fueron compiladas en varios volúmenes, así como sus ensayos sobre teatro, literatura y el Quijote.
Entre sus obras destaca la trilogía Los gozos y las sombras, publicada entre 1957 y 1962, que se hiciera tremendamente popular en todo el mundo gracias a la serie homónima producida tres décadas más tarde por Televisión Española.
También las novelas Don Juan (de 1963), Off-Side (de 1968), La saga/fuga de J.B. (de 1972), Fragmentos de Apocalipsis (de 1977), La Isla de los Jacintos Cortados (de 1981) y Filomeno a mi pesar (de 1988).
Miembro de la Real Academia Española desde 1975, acreedor al Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1982, es uno de los narradores españoles más notables del siglo XX.
Antonio Buero Vallejo (1986)

Durante la infancia, el español Antonio Buero Vallejo se aficionó a la lectura en la gran biblioteca paterna, pero su gran pasión parecía ser la pintura, dedicando la mayor parte de sus horas infantiles al dibujo.
Terminada la Guerra Civil, en 1939, fue condenado a muerte por “adhesión a la rebelión”, pero la sentencia le fue conmutada y se lo mantuvo en prisión hasta 1946, coincidiendo en la cárcel con quien sería su amigo, Miguel Hernández.
Al quedar en libertad colaboró como dibujante en revistas y comenzó a escribir teatro; en 1949 ganó el Premio Lope de Vega con Historia de una escalera, que se representó con gran éxito en el Teatro Español de Madrid.
Otras obras de éxito representadas en España a pesar de la censura que lo acosó durante décadas, fueron Las Meninas, en 1960, y El tragaluz, en 1967, primer drama teatral que, bajo el franquismo, refiere directamente a la Guerra Civil. En 1971 fue nombrado miembro de número de la Real Academia Española.